El pasado 15 de agosto, celebramos la Eucaristía en la sede parroquial por motivo de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, la liturgia nos invitó a dirigir la mirada hacia la Virgen María, aquella a quien todas las generaciones llaman bienaventurada, porque el Poderoso hizo obras grandes en ella.
En esta solemnidad contemplamos a María glorificada también en su cuerpo, culmen de una vida totalmente entregada a Dios.
Ese día, con mucha alegría, celebramos además el Día de la Vida Consagrada , recibiendo la bendición de nuestras queridas Hermanas Angélicas de San Pablo. Su testimonio fiel nos recuerda que es posible vivir plenamente para el Señor, con un corazón indiviso.
Que la Virgen María, con su “sí” radical a la voluntad divina, nos inspire a caminar con esperanza y confianza por los caminos de la vida.